Queremos cambiarlo todo, queremos cambiar el sistema educativo, queremos cambiar la sanidad en nuestro país, queremos cambiar la forma de vestirse de algún amigo, la forma de corregir de algún profesor, la forma de caminar del vecino, las normas de tráfico, la forma en la que nos tratan los policías…queremos cambiarlo absolutamente todo, todo excepto a nosotros mismos.
No está mal que queramos mejorar algunas de las cosas que nos rodean, sin embargo, párate a pensar: si de repente cambiara todo lo que quieres y todas las personas que quieres que cambien cambiasen, ¿cuánto mejoraría tu vida? Sinceramente, creo que no mucho. El verdadero cambio en nuestra vida comienza cuando asumimos que podría ser que seamos nosotros los que debamos cambiar.
Algunos se condenan a vivir una vida mediocre solo por el hecho de aferrarse a una identidad que en un momento dado está obsoleta, y digo bien, obsoleta. Vean que no digo que su identidad sea mala, sino que simplemente no encaja en el momento. A lo largo de nuestra vida, debemos experimentar un crecimiento continuo y eso suele implicar a veces dejar atrás ciertas actitudes, dejar atrás el antiguo “yo”, que aunque no sea malo, igual se ha quedado obsoleto.
La frase “así soy yo” dicha con la intención de permanecer con la misma actitud y el mismo comportamiento toda la vida, es una auto condena a la mediocridad perpetua, ya que estamos en un mundo en constante movimiento en el que quedarse parado implica necesariamente quedarse atrás.
Obviamente, no podemos vivir totalmente dependientes de las opiniones o de la aprobación de los demás, pero es un hecho que el ser humano es un ser social y no puede tratar de vivir aislado y apartado del entorno. Saber encajar las críticas es, en mi opinión, una de las habilidades más difíciles que existen, ya que hay que encontrar el punto medio entre ser un títere movido por las opiniones de los demás y ser un completo antisocial que hace oídos sordos de las advertencias y consejos del entorno, este punto en el que eres capaz de escuchar una crítica y analizarla de manera objetiva, de modo que incluso de las críticas con las peores intenciones puedas sacar valiosos consejos de vida que te ayudarán a mejorar como persona.
Resulta incoherente pretender vivir en un mundo cada vez más globalizado y pretender atrincherarte en tu mundo de fantasía en el que puedes hablar y actuar a tu antojo a expensas de la repercusión de tus palabras o acciones sobre otras personas, siempre amparándose en la famosa frase “así soy yo” acompañada de su amiga “si me quiere que me que quiera por mí mismo/a”. Es curioso que a pesar de que más de una persona en nuestro entorno tache nuestra actitud de incorrecta, pretendamos aferrarnos a la misma diciéndonos “sé tú mismo/a” y el que no te quiera que se vaya de tu vida. Tendemos a ver el problema en todos los demás, en lugar de analizarnos a nosotros mismos. ¿Te has parado a pensar que es posible que el problema sea tu “tú mismo/a”?
Algunas personas son reacias al cambio y pretenden hacer las cosas como las hacían hace dos, cuatro o diez años. Con esta actitud de rechazo al cambio, estaríamos diciendo que el ladrón debería seguir robando, el corrupto, el maleducado, el asesino, el orgulloso, el necio deberían seguir siéndolo, porque a fin de cuentas, ellos también tienen derecho a decir: “Así soy yo”.